12 May 2006

Depósito de Chingaderas

Elías llamó cerca de la media noche. Yo dormitaba en el sillón -Sara estaba en otro de moods otra vez-; levanté el auricular al primer timbre para que ella no se despertara. "Pensé que se iban a ver hoy, wey", acusó Elías tranquilamente. "Mmmm... ¿vernos? ¿quiénes?" "Jade y tú, qué ¿no?" "No, wey, quedamos en nada". "Nosotros tampoco", dijo mientras un "bip" intermitente sonaba en su teléfono. "Se está bajando la pila de esto... Adi....". No supe si en verdad se acabó la pila o si Elías me colgó para seguir buscando a Jade en otros números. Los últimos días habían sido de los más pendejos que uno puede imaginarse. Corrían de un lado al otro insultándose con una sutilidad que nunca era sutil. O si no él en su plan de querer hacer menos a Jade, de aplastarla, y ella, pues, pues nomás callada echando miradas que lo hacen a uno sentirse culpable-triste-emputado por presenciar ese rídiculo castigo. No sabía por qué me habían escogido a mí de su pendejo. Como que no podía imaginar que montaran su show enfrente de otras personas. No que yo quisiera la exclusiva, pero no fue sino hasta después que supe que con todos se portaban igual, e igual que con todos los demás, yo era otra pared en la que jugaban su rebote marital. Ya más de una vez alguno los había encarado reclamándoles su fiajción de cachetearse muy discretamente, según ellos, en frente de los demás. No funcionó. Casi todas las historias terminaban con una escena del show de Cristina. Sara los conoció mucho antes que yo, mucho antes de que ella y yo comenzáramos a vivir juntos, mucho antes de que ella y yo nos conociéramos. Sara y yo quedamos en vernos a la salida del edificio de ingeniería en la universidad. Era martes y yo ya iba un poco retrasado. Seguro que Sara me iba a echar una de sus miradas. Raro. Cuando llegué ella aún no estaba. Pensé que habría ido al baño o algo, ¿no? Después de media hora, empecé a viajar que Sara se había ido bien encabronada. "Fueron diez minutos; 'inche mamona". Entonces no sabía que aquella vez ella me hubiera esperado los diez minutos y hasta un poco más. Hoy una espera de esas sería poco usual. Ya iba a dar la hora. Yo me quedé sentado en la puerta del edificio. Platiqué con un par de personas y miraba pasar chicas que iban y venían. Ya cuando me estaba hartando, apareció Sara enmascarada en una "muy apenada" sonrisa. "No me pude quitar de encima a una amiga (Jade) que llegó llorando a mi casa". Ya más tarde, sobre la comida, Sara me platicó las lloriqueadas de su amiga Jade y de cómo siempre hacían un desmadre ella y su novio. "Es que son buenas personas, pero a veces parece que nomás salen para malviajar a los demás con todos su pedos. Son chidos, te digo; se me hace que te caerían chido a ti..."

1 comment:

Anonymous said...

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