28 October 2009

La Tomi


Compré a La Tomi hace unos meses. Es una bicicleta de cuadro negro y una sola velocidad, ideal para las calles de Philly. Así fue que dejé atrás mi miedo y me volví a montar en una bici. Y es que hace como cinco años me atropelló un carro en Juárez cuando montaba mi bicla de regreso a casa. Salí volando, giré en el aire estrellé el parabrisas con la mochila llena de libros y me traje el retrovisor del lado del pasajero conmigo. Azoté contra el pavimento. Lo único que vi fue un coche gris patinando, sus llantas chillando entre la enfrenada y la arrancada con la que se alejó de donde yo quedé tirado. Me levanté sin saber qué había pasado...


No, si sabía que me habían atropellado pero no entendía cómo había pasado. Estaba temblando. Sentía un frío que salía de mí, que me quería doblar las rodillas. Toqué mis brazos, mis piernas, mis costillas. No había nada roto. Sólo sentía el cosquilleo del calor de la sangre al correr por mi brazo. Levanté la manga de la camiseta para ver mi herida. Tenía una piedra incrustada; cuando la quité fue como destapar un refresco agitado: el agujero en mi brazo escupió más sangre. Ya no pude poner la piedra de nuevo en donde, hasta hace unos instantes, se había alojado. Así que sólo pensé en levantar mi bicicleta y terminar mi camino a casa.


Dos muchachos se pararon para ayudarme y me encaminaron la cuadra que me faltaba para llegar. Mi tía me curó el brazo. Dormí varias horas y cuando me desperté sólo tenía el susto.


Pero Philadelphia se disfruta mucho en dos ruedas. Fue por eso que decidí dejar el pasado atrás, donde se debe quedar, y fui a comprarme una bicicleta. Fui a MexiBike. Ya la había visto antes, y después de mucho negociar la saqué del taller con todo y candado. La Tomi no tenía nombre, pero estaba destinada a tener uno.

Hipster Ross me obligó a buscarle uno luego de que ella se hizo de su Lola, una fixed gear azul a la antigüita como las Vagabundo. No es que ella me amenazó o algo, al contrario. La presión fue moral. ¿Cómo iba a dejar a mi bici sin nombre si ella le había bautizado a la suya? Además, apenas la compré nuestros amigos en común comenzaron a preguntar por el nombre de mi nueva bicla.


La Tomi me hizo ojitos desde que la vi. Es ligera, "puro aluminio", dijo Benigno, el compa del taller-tienda-de-bicicletas. Se llama Tomasa, pero es La Tomi para la banda. Se llama Tomasa porque es negra y justo escuchaba el piano de Eddie Palmieri tocando Bilongo cuando Adriana me preguntó su nombre.


Me he aventado buenos viajes en ella y pues es más fácil moverse entre los carros. Cierto que cuando llueve acabas con el hocico y el trasero bañado y enlodado. Es mejor caminar o evitar salir en esas ocasiones. Aquí las calles son muy estrechas y seguido se saben de historias de terror (bike horror stories) porque alguien abrió una puerta y no se fijó que venía un ciclista; porque un carro no hizo el alto y pum!; porque no hay para donde hacerse cuando lo quieren rebasar o cualquier otro imprevisto.


Yo me caí hace poco. Bajaba tranquilo por una calle en la que hay vías de tranvía en desuso. La llanta de mi bicicleta se atoró y fui a dar al suelo. Mientras iba hacia el pavimento sólo pude pensar en mi amiga Mónica. Ella se cayó igual hace unos meses y se rompió la muñeca y yo pensé que eso me iba a pasar a mí. Pero no fue así.


Mi mano izquierda no detuvo el golpe y nomás se abrió una herida considerable. El resto de mí siguió en picada hasta que mi cara (nariz, labios y dientes, en ese orden) se embarró en la calle. Sangre. Había mucha sangre. Como mi muñeca no se rompió y como mis dientes hicieron clic, un clic muy fuerte, cuando chocaron contra el pavimento pensé en el resto de mi vida como un chimuelo. Pero nel. Tengo buena dentadura y nomás me abrí un labio.


Pero eso ya no importa. Sigo rolando por las calles. Esto de caerse es cosa de de vez en cuando. Y cuando uno anda a gusto, y sin bajarse a escupir, no hay nada como escuchar unas rolitas mientras se recorren las calles de Philadelphia. Para pimpear o enchular mi ride prendo el ipod y lo dejo sonar por sus bocinas. Con la gafa puesta, rolo por la ciudad a ritmo de Willie Colón y Héctor Lavoe. Ahí nomá!

2 comments:

Garash said...

Muy chido tu texto carnal, me dieron ganas de subirme a mi bicla (que por cierto no tiene nombre).

Faltó la foto.

Un abrazo.

Zion Kid said...

Gracias por la visita y el comentario.


Saludos.