18 March 2006

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Llegué dos horas antes. Iba a aporovechar que no había nadie en el café para leer tranquilo y pedirle al vato que atiende que pusiera uno de mis discos en lugar de la estación de radio que siempre tiene. Me senté en medio: En los rincones me siento castigado. Pedí una coca bien fría y un cenicero. "Las cocas no están tan frías", me dijo el muchacho del café. Le pregunté si tenía algo bien frío... Después de leer algún rato, me di cuenta de que ya había pasado casi una hora. Los clientes habían comenzado a llegar. Al menos eso pensé por las pláticas que de muy alejadas se fueron acercando. A dos lugares de mí había una pareja de hombres. Hablaban de una fiesta que estuvo "bien suave" y que uno de ellos había conseguido "guaguis" de un vato que le gustó esa noche. Carcajadas. Yo seguí en lo mío. Aunque por un segundo me quise imaginar a dos hombres mamándose la verga. No por puto, sino por curioso. Pedí otra agua cuando vi que la que tenía ya se había acabado. "Se me terminaron las aguas, amigo". ¿Amigo? ¿Cuándo robamos juntos, pendejo? La coca no estaba fría. Voltée a la puerta. Una muchacha entraba al café. Su falda de tela blanca y holgada caía hasta sus tobillos. Me gustaron sus tobillos. El que atiende se le acercó, le dijo algo, la vio, y ella nomás dio la vuelta y se fue. El tipo del café se me quedó mirando. "Otra agüita, amigo?" "Chinga tu madre".

1 comment:

Anonymous said...

Como siempre logras sacar un chispazo bien genuino y te puedo decir que hasta sublime de la mas coloquial situacion." Chinga tu madre" se oye casi como un rezo en este relato, sobretodo despues de haber alejado a aquellos tobillos y luego repetir la alabra "amigo" como si fuera un pinche plumoso residuo de viejas cenizas sobre la barra...insignificante.