18 March 2006

Ahora que me acuerdo...

Ver vomitar a Verónica fue... No sé... Creo que no lo esperaba. Obtusa contra la pared, colocaba la cabeza entre sus brazos y dejaba caer un chorro rojo-casi-morado con cada pujido hediondo. Apenas minutos antes Germán había sacado la cabeza por una de las ventanas de la casa para basquear en el pasto al ritmo de la burla de "La Flakita". Pero ahora era ella, "La Flakita", la que, después de unos cuantos fumes al gallo, a la pipa, a la piedra y al tabaco, se doblaba reconociendo que "t'was too good to be true, güey; ¿pa' qué me reí del "Flako"? See, el vato... ... ... ¡Damn, ya las di...!"

Apenas acababa de decir eso cuando se formó una pequeña cascada que caía de su boca a la inodoro. Lo estaba sacando todo. Según sus cálculos, fueron dos botellas. La neta era que ella perdió la cuenta a la segunda botella, su cuerpo petite apenas resistió la vorágine alcohólica.

El alemán me dijo que quería fumar "pashtao". Lo mandé a la verga; siempre anda mendigando el viaje según de lo que traiga antojo. Su morra de antes le compraba todo. A veces tenía tanto que hasta se ponía a aventar toda la mierda que le sobraba. Pero al alemán se le hizo demasiado descaro, según contaron, y dejó a la morra que le compraba todo y que le daba el culo. El alemán sacó su espíritu teutón y optó por esforzarse para conseguir sus vicios. Su calidad de extranjero con acento marcado le daba cierta virilidad que le facilitaba "der panochen". Pero eran muy pocas las que se querían aventar a mantenerle el "pary" al vato. A veces escribía algo para las revistas locales. Cosas muy malas pero que con llevar el apellido Franzerbahüer en la firma se cotizaban como "la vanguardia" del pensamiento europeo radicando en "nuestra tierra", así le dicen siempre, ¿no? Nuestra Tierra. Nuestro País. Nuestra Casita.

Pues a "la vanguardia" le pagaban bien sus colaboraciones; entre más malas, más feria le daban. O al menos eso parecía. Herr Franzerbahüer se había hecho de unos contactos en la uni cuando llegó recién de su país. Vino a J____z a aprender arte chicano y a hacer un estudio sociológico de una frontera tan "kountrrrasshtante" como la nuestra.

Le pregunté si ya había terminado. "No... ¡guaaak!...no sé... ¡Pinche peda, güey!" La miré. Escupió un chorrito más tras un pujido corto y apretado. Unas gotas más brincaron de la taza y mancharon su pantalón y los zapatos que estrenó esa noche. Se quedó recargada contra la pared. Era como si se le estuviera viniendo encima el muro y ella lo quisiera parar con sus bracitos blancos. Ya me iba a reir, pero como que empecé a no sentir nada. Yo estaba acostado en el aire. Así parado. Levitando. Mis pies flotando en en la nada un tantito pa' no sentir el piso y la corriente que soplaba su entrada desde la puerta detrás de mí. Era como si fuera un colchón que me tenía suspendido-acostado justo debajo del marco de la puerta. Esa madre estaba buena. Pero no sé cuál de todas las madres que me metí. Mis cocteles de placer no siempre son... placenteros. A veces me duele el pecho. A veces me tiembla la cabeza. A veces se me borra el disco.

2 comments:

Anonymous said...

Este pequeño relato esta muy bueno. Revela una intensidad briaga, rica y carnosa pero con frases etereas de un tipico fin de velada fronterizo como "Yo estaba acostado en el aire". Puedo ver el muro y el vomito escurriendo por debajo de aquel cuerpo "petit" y sentir esas copas extras de vino que justamente despues del pipazo sueltan el bombazo en el cerebro. Aquello efimero y pesado a la vez del observador briago se transmite muy poderosamente con "la corriente que soplaba [...] a manera de colchón". Condensas y haces pesada de una manera muy chida la levedad.

Anonymous said...

Este pequeño relato esta muy bueno. Revela una intensidad briaga, rica y carnosa pero con frases etereas de un tipico fin de velada fronterizo como "Yo estaba acostado en el aire". Puedo ver el muro y el vomito escurriendo por debajo de aquel cuerpo "petit" y sentir esas copas extras de vino que justamente despues del pipazo sueltan el bombazo en el cerebro. Aquello efimero y pesado a la vez del observador briago se transmite muy poderosamente con "la corriente que soplaba [...] a manera de colchón". Condensas y haces pesada de una manera muy chida la levedad.