19 September 2006

Solares Baldíos

Mi mamá dice que estábamos dormidos. Pero aún ahora que ese instante se distancia, Edgar y yo recordamos esa mañana: reíamos y brincábamos sobre la cama de mis padres al amanecer del jueves. Sobre nosotros, el foco que da luz al cuarto de noche se mueve de un lado a otro. Y Edgar y yo comenzamos a gritar “¡Mamá, papá, lo estamos moviendo, lo estamos moviendo!” Brinco mientras giro en círculos descompuestos en una ruta que mi hermano sigue y pierde en el juego que comparte conmigo. Tres, cuatro y una vuelta más en ese tiempo enterrado en los años. Y busco a mi mamá en mi risa sólo para encontrarla en los brazos de papá mientras el horror los congela bajo el marco de la puerta. Nos miraban con la boca abierta. Nosotros nomás riendo regalados del vaivén del foco que impulsaban nuestros saltos. Creo que fue mamá la que al final pudo llenar de voz su espanto y chilló “¡Está temblando, hijos!” Pero Edgar y yo sólo nos ocupábamos de brincar y reír hasta que mamá y papá corrieron a abrazarnos y nos llevaron con ellos.

No sé si esa noche o la siguiente fuimos a casa de la Tía Lucha que vivía en Xola. Según me acuerdo, Avenida de Tlalpan estaba cerrada y dimos muchas vueltas para llegar con la Tía. Allá con ella nomás fue el susto y algunas macetas y ventanas reventadas. Aunque no lejos de ahí la muerte anduvo llevándose viejos y también muchachada zurcida a los escombros del sismo. Al final dicen que fueron diez mil o más que se fueron sin querer. Pero con la Tía Lucha nomás se reventaron las ventanas y una que otra maceta. Creo que también se cayó un candil. La luz se fue un buen rato. Y todos ahí estaban muy asustados.

Camino de regreso. Nuestra casa en Naucalpan se acerca a bordo del Mustang rojo 81, mejor conocido entre nosotros como “La Chatarra”. Paramos frente a una casa verde con marcos y remates blancos. Mamá guardó silencio y Edgar y yo la mirábamos primero extrañados y luego inquietos porque dejaba de cantar con nosotros. A algunas casas se les cayeron los cristales que se encajaban en la calle detrás de la huída de la gente que lloraba y aullaba llena de espanto. Al cabo de un rato reiniciamos el paso en aquel laberinto de solares baldíos alrededor de la destrucción y los muertos. Yo sólo pensaba que eso era demasiada alteración.

Esas son mis únicas imágenes del temblor del 85 en Ciudad de México. Después mi memoria da un salto hasta el mundial del 86, cuando Paraguay estaba jugando contra no sé quién y quedaron quién sabe cuanto a cuanto. Aquella mañana la vivo más por los refris y televisores que se vinieron abajo con todo y edificios y personas que los ocupaban. El 19 de septiembre se me hace más presente por lo que cuentan las personas y por lo que se discute y muestra en los medios cada que se acerca el aniversario. Claro que crecer en el Defe hace que uno se acuerde de eso más seguido. “Que tembló en la mañana”, y “Que dónde te agarró el temblor” y “Que cómo están en tú casa...” Y “Que en la mía bien, gracias” y “Qué si supiste lo de las costureras...” También se habla de los niños del temblor, chavitos que sobrevivieron días enteros bajo las piedras de lo que fue el viejo Hospital Juárez. Creo que casi nadie habla de los perros europeos que trajeron para que encontraran personas y cuerpos y que acabaron desaparecidos

Otros recuerditos que nos trajo el temblor son los rituales creados para “prevenir la catástrofe”. En mis tiempos de primaria y secundaria se acostumbraban los simulacros sísmicos dos o tres veces antes de las vacaciones de navidad y otras dos o tres antes de que se acabara el año escolar, en contraste a los simulacros educativos que eran cosa de todos los días. En esos “ejercicios de prevención” se hacía de todo menos evacuar los edificios con rapidez. Alguna amiga mía quedó embarazada después de un simulacro; cosa curiosa, porque después su embarazo quedó en mero simulacro gracias a un doctor que guardó toda reserva en cuanto al caso por unos cuantos miles de pesos y por eso de lo que después se pudiera pensar. Otros se brincaban la barda para irse de pinta a Chapultepec o alguno de los malls en las zonas burguesas de la ciudad. Y algunos cuantos más bajaban solamente a comprar tortas a la cooperativa y sentarse en las bancas a platicar y fumar marihuana camuflageados en los arbustos. El asunto era matar clase de acuerdo con las necesidades de cada uno, y poco importaba la seguridad. A veces creo que todo era así porque la alarma que sonaba para el simulacro era la misma que la que tocaban para el recreo, o al menos así era en las escuelas en las que estuve. Pero no es cierto. La cosa siguió igual aún cuando se “institucionalizó” la ALERTA SÍSMICA. Pero no, creo que todo empeoró cuando la instalaron. Y eso que en todos lados hacían un gran borlote por lo que “esta gran herramienta” representaba. Los anuncios salían en todos lados y creo que hasta cierta porción de la gente quería que volviera a temblar en “las costas de Guerrero o Oaxaca” para que sonaran los tonos hipnóticos de la ALERTA SÍSMICA.

En clase de inglés o de historia, o a lo mejor era de español, me sentaba justo en la primera fila, tercera columna, treceavo o vigésimo quinto asiento según el orden alfabético de cada maestro, pero siempre estaba en mero enfrente. Creía que era un mareo al principio. Mi cuaderno comenzó a moverse. Volteé al pizarrón y vi que toda la pared se ondulaba como rufles de cemento y de volada volteé a la ventana nomás para ver cómo la bolsa de valores se hacía como servilleta enfrente de un ventilador. Mi ágil capacidad deductiva me dijo que eso distaba mucho de ser un mareo ordinario. Me paré de mi asiento y salí corriendo del salón gritando “¡Está temblando!” En el pasillo me topé con otros que compartían mi capacidad sensorial y todos corrimos a las escaleras que nos jugaban la pesada broma de brincar cada que queríamos pisarlas, mientras la dichosa alerta sísmica guardaba su timbre para mejor ocasión. Los demás pronto nos siguieron. Dos pisos después, el patio se empezó a poblar con todos nosotros.

3 comments:

Garash said...

Me es fácil ubicarme en el relato, contrario a lo difícil que me resulta el encontrar recuerdos vivos...
Creo que dejé de vivir como 4 meses en la ciudad, me mandaron a Guerrero mientras las cosas se arreglaban en la casa... Saludos, un placer leerte.

Zion Kid said...

Garash,gracias por la visita. Del relato solo puedo decir que esta en proceso -como mucho de lo que se encuentra en este bloj-. Graxias de nuez y pues ya tengo a quien visitar en Gro.

Garash said...

Pues cuando quieras carnal lánzate para allá... se consiguen buenas cosas... ptss