25 April 2007

El tiempo se mide a respiradas

El tiempo se respira Las pilas se acabaron hace ya varias horas, o quizás fueron ya días; ya no sé. He pasado mucho entre esta oscuridad que me enterró justo en mi trabajo. Sobre nosotros cayó la tienda con todo y la bodega de arriba. El piso y los anaqueles empezaron a moverse y de pronto sólo sentí que el techo, los zapatos, el trabajo se me venían encima. No advertí nada: mis audífonos sonaban a todo volumen una canción de The Smiths pero pronto también se callaron debajo de todo el escombro. Me quedé con ellos, con los audífonos, en la mano derecha. Pero no los sentí, no los sabía, no me acordaba. El golpe macizo me atarantó. Y luego abrí los ojos a este encierro sin saber dónde estaba: fue temblor o fue bomba. Nada me queda claro porque a mí sólo me tocó estar debajo de todo esto pensando que pronto me van a sacar de aquí. Fueron las voces llenas de llantos y súplicas las que me hicieron recordar a mis audífonos. Comencé a escucharlas poco después de que todo pasara; aunque aquí abajo el tiempo ni se siente o si se siente es de otra manera que no se mide con reloj ni con calendario. Es como el espacio. Y esas voces eran como sus estrellas que se iban prendiendo a la derecha y a la izquierda y arriba y abajo, aunque también eso de colocarlas resulta un espejismo. Ni yo sé dónde estoy. Pero así las escucha uno, como uno ve las estrellas en el cielo: ahí están, pero nadie sabe bien en dónde. Se quejaban todas--pedían auxilio y gritaban por sus piernas, por sus hijos, por sus manos. Y yo las escuchaba y les decía que se calmaran. Que pronto iba a venir alguien a sacarnos de estas piedras, les decía. Pero ellas siguieron en lo suyo y yo nomás pude apretar el botón de mis audífonos con el pulgar y escuchar a The Smiths para que las alejara de los oídos por un buen rato: hasta que se acabaron las pilas. Todavía se escuchaban algunas voces cuando me quedé sin música. Creo que eran tres cuando comenzó a escucharse un crujido como de madera. El ruido primero fue lento, casi audible, y luego ya las voces gritaron y lloraron por última vez al sentirse una sacudida. Seguro que algo se venía más abajo. A mi cara llegó un viento frío y a mi boca se metió el polvo del último grito que apenas alcanzó a decir "ay". Nunca escuché tan vivo al silencio. Escalando en volumen, una voz se presentaba en algún lado repetiendo en mantra que esto era un sueño y que no lo debíamos de creer mientras yo, callado, a veces la escuchaba cerca de mi oído o a veces la escuchaba allá ahogándose a lo lejos pero siempre con el mismo sonsonete hipnótico que de pronto me hizo sentir que yo ya no tenía piernas. Cuando uno no sabe qué fue lo que pasó ni lo que está pasando el dolor que se siente nada más confirma al espíritu presente pero no garantiza que el cuerpo esté aún completo. Cuando me quiero mover siento mis brazos, que apenas se estiran, tocar el muro gélido de esta bóveda que se desmorona conmigo adentro. Y la voz de esa mujer no se calla, aunque no sé cómo es que se acerca y se va de mí sin que yo la sienta; sin que me diga que pronto van a venir a sacarnos. Que me calme ahora que sólo quedamos ella y yo. Porque si esto es un sueño ya me quiero despertar para asegurarme de que mis piernas están en donde ahora mis manos tocan un bloque frío de hormigón que se siente lejos, pero no en la distancia. Es como si me estuviera hundiendo, saliéndome de mí mismo como el sudor manando por mis poros abiertos. Voy a ser piel, sangre y huesos licuados y revueltos con estas piedras que nos cayeron encima. Y la voz se escucha tan lejos que ya no la siento. Pronto vendrán a sacarnos, le quiero decir. Pero no va a escucharme porque ya está muy lejos, apagándose como todas las demás. Y ese crujir que se aparece callándola y silenciándome en espera de que yo no sea el próximo. Porque a estas alturas ya estoy seguro que no hay nada más que hacer que acordarse de una canción de The Smiths y cantarla aunque me pese el pecho y me arda el vacío que siento debajo de esta roca que me reclamó sin que yo pudiera hacer algo. Era un par de zapatos Hush Puppies cafés del número 10. Vine por ellos cuando la empleada nueva me los pidió de la bodega. Ella llevaba aquí una semana, aunque ahorita ya no sé cuánto tiempo pasó desde que se nos vino abajo todo esto. Luego ya no la escuché decirme nada. No estaba en todas esas voces que lloraban. ¿Qué pude haber hecho de todos modos? Yo venía con el par de zapatos que me pidió y acabé con una loza helada de hormigón moliéndome las piernas, el vacío llenándome los pulmones, inventándome un dios en la voz que me decía que todo esto era un sueño; pero ella acabó de ser antes que yo pudiera rezarle algo, crearme la fe de que pronto iban a sacarnos de todo esto. Y ahora empieza a crujir encima de mí, la tierra espolvoreándome la boca, los ojos, el miedo. Escucho golpes y rugir de máquinas. Quisiera gritarles que vinieran a sacarme pero mi voz se apaga mientras mi cuerpo se atraganta con toda esta piedra.

2 comments:

Garash said...

Excelente narración carnal, da mucho gusto leerte.

Anonymous said...

Siempre que escucho los Smiths me acuerdo de ti.

No puedo comentar tu último post. Me encanta como escribes.

(zape)